Modelos y tradiciones [en disputa] para la enseñanza del dibujo en las disciplinas artísticas y técnico-proyectuales en Sudamérica (1870-1940)
/ Coordinadoras: Arq. Magalí Franchino (Instituto de Historia, Teoría y Praxis de la Arquitectura, HiTePAC, FAU UNLP); Prof. Mga Marcela Andruchow (IHAAA, FBA, UNLP); Lic. Julieta Vernieri (IHAAA, FBA, UNLP)
/ Moderadoras: Magalí Francino, Julieta Vernieri, Rebeca Kraselsky, Marcela Andruchow
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Históricamente, el dibujo se ha establecido como un código capaz de comunicar ideas, cuyas reglas permiten construirlo e interpretarlo. Su aprendizaje es imprescindible como paso previo a toda labor artística: la pintura, la escultura, la arquitectura, las artes aplicadas. A partir del siglo XV, en el marco de la recuperación de la antigüedad greco-romana, el dibujo se estableció como mediación gráfica entre las ideas y la materia. Ya sea como instancia previa a la materialización de una obra o como fin en sí mismo, desarrolló una serie de normas y de técnicas de representación que debían enseñarse.
Desde el siglo XVI, su didáctica se implementó en el seno de las Academias, a través de modalidades de enseñanza donde el dibujo del natural fue la piedra angular en la enseñanza de las artes. Al mismo tiempo, los adelantos científicos y tecnológicos dieron lugar a que la enseñanza del dibujo se extendiera, siendo no sólo la base de las Bellas Artes sino también un auxiliar de descripción y dominio para las ciencias del territorio.
Su institucionalización se dio en el marco de la creación de las Reales Academias de Bellas Artes desde el siglo XVIII en los principales centros artísticos europeos. Sin embargo, desde comienzos del siglo XIX, el sistema académico francés, en particular la École des Beaux-Arts de París, se convirtió en el modelo por excelencia a emular, no sólo por sus métodos de enseñanza sino por su articulación con el campo de la cultura. Pese a recibir sucesivas críticas por considerarlo un sistema lleno de reglas e imposiciones, que paralizaba a los más dotados en la búsqueda de un “arte libre”, los alumnos recibían una educación de la vista, en especial, de la mirada hacia la antigüedad clásica, en tanto aprendizaje a través de continuas interpretaciones de ese pasado mediante conceptos e imágenes incorporadas tanto desde la tratadística clásica como desde las experiencias formativas del Grand Tour. La capacidad de ver entonces era entendida en tanto capacidad de saber.
La enseñanza del dibujo en la École des Beaux-Arts fue entonces la piedra de toque en las secciones de Pintura, Escultura y Arquitectura. Pero como es sabido, la enseñanza del oficio del dibujo se implementaba por fuera de la École, en los ateliers, orientado hacia la práctica de los concursos. Dentro de la École, se organizaba un sistema jerárquico de clases donde los alumnos adquirían nociones, teorías y técnicas sobre geometría y perspectiva, teoría e historia. En esta dirección, la enseñanza de los sistemas y métodos de representación del dibujo técnico, sustentado en el conocimiento de la geometría descriptiva y proyectiva, como artístico, sustentado en el dibujo al natural -la copia del dibujo de estampa, del modelo de yeso o del modelo vivo-, fue indisoluble de la enseñanza académica decimonónica. La propia definición del dibujo no estuvo exenta de debates: ¿dibujo artístico o científico? ¿expresión de la mente o del alma? ¿primacía de la técnica o de la expresión? Con su capacidad de reunir descripción y emoción, conocimiento y sensibilidad, el dibujo se debatió entre el arte y la ciencia, como medio de expresión de emociones al tiempo que como sistema de representación con pretendida objetividad.
Durante el siglo XIX, con sus matices y contradicciones, este sistema de enseñanza fue tomado como modelo de institucionalización de la enseñanza académica artística en varios países de América Latina, siendo Sudamérica un caso singular por su relevancia económica y cultural en el mercado mundial hacia el siglo XIX. La condición ecléctica de esta institucionalización dio origen a un campo disciplinar lábil y heterogéneo producto de la confluencia de tradiciones, de personajes, de modelos y teorías, que viajaron y se resignificaron en el medio local.